18 de febrero de 2010

La nacionalización de la clase media implica una revolución industrial y cultural

Por Federico Bernal*


Entre la aplicación de la Resolución 125 y su derogación, la estrategia política y mediática del neoliberalismo argentino logró conquistar al gran factor decisor de la contienda: la inmensa mayoría de la clase media rural y urbana del país. Hacia ella apuntaron los cañones del subdesarrollo aprovechándose de su atraso cultural y socioeconómico. Culturalmente, al neoliberalismo le bastó con agitar las banderas del federalismo mitrista por un lado, y de la Argentina agraria como única vía al desarrollo, por el otro. Azuzada por la inminente liquidación de la república, la clase media se calzó el emblema unitario. Aún contra sus propios intereses.

Nuevo medio pelo
A su triste desempeño durante el conflicto por la 125, sobrevino su tristísima postura en los comicios del 28 de julio. De nada sirvió la irrefutable recuperación social y económica experimentada desde el 2003.
La clase media no sólo pasó por alto dichas mejoras sino que las creyó letales a su preservación. ¿Por qué? Como grupo social, los sectores medios se encuentran desfasados de un modelo industrialista, socialmente justo y latinoamericanista. Mientras la estructura productiva del país arranca hacia una economía moderna, la mentalidad de las capas medias se mantiene inmóvil. Una inmovilidad que, conforme aumenta al número de fábricas abiertas, conforme sobrevienen nuevos reclamos salariales y se expande el movimiento obrero, va mutando en temor. Temor a volver a un modelo industrialista, al recuerdo de los descamisados, al autoritarismo infinito y a los oscuros términos “soberanía” y “justicia social”. Industria y obrerismo son para esta clase sinónimos de atraso.



El imaginario colectivo de la vasta mayoría de la clase media cree que nunca estuvimos mejor que durante el modelo agro-exportador.


Mentalidad estancada
A pesar del cambio registrado por la Argentina en el último lustro, las capas medias parecen sentirse extranjeras en el nuevo país que renace, y su mentalidad parece estática. Advierten que su mente está aislada de su cuerpo, porque en esencia, no es la Argentina del trabajo y la producción la que los hace sentirse argentinos, sino más bien la del modelo agro-exportador.
La mentalidad de la clase media argentina ha quedado detenida entre 1860-1930, período al que además reconoce como el del “milagro argentino” (coincidiendo con el comando civil Mariano Grondona). La clase media quedó detenida en el tiempo porque aún no ha sido incorporada, anclada y amarrada a un modelo nacional y popular. Excluida –así se siente– se lanza ciegamente a la defensa de una Argentina granero del mundo.

Conciencia de clase
¿Cómo liberar su mentalidad? ¿Cómo convertir esa “inconsciencia de clase” (como diría Pierre Vilar en estos casos) en “conciencia de clase”? En definitiva, ¿cómo ponerla a tono con la realidad y emparentarla con un verdadero proceso de desarrollo nacional en un contexto social incluyente y ascendente? El comportamiento de los estratos medios rurales y urbanos en torno al conflicto por la 125, permitió ubicar temporalmente el período en el cual su mentalidad se encuentra estacionada.



La clase media se estacionó en una época lejana y ajena a su realización. Trasladarla a una época consustanciada con sus propios intereses destraba su mentalidad y la dota de “conciencia de clase”.


La identificació n a una época (pretérita o presente) genera seguridad y pacifica el espíritu de las personas. Inversamente, un cambio de época genera pavor, confusión e irritación. Proveer a la clase media de una “conciencia de clase popular” no significa otra cosa que su nacionalizació n.

Nacionalizació n
En términos subjetivos, nacionalizar a la clase media implica una revolución cultural. Esto significa desandar el mito de la Argentina granero del mundo y el del falso federalismo imperante. La promulgación de la nueva Ley de Medios ha sido el primer gran paso en estos términos.
En términos objetivos, es imperioso generar una verdadera cultura industrialista. La clase media (y las clases bajas, comenzando por los movimientos sociales) necesitan una revolución industrial, una que conlleve el lanzamiento de un programa masivo y federal para la creación de una vasta red de pequeños y medianos empresarios, vinculados a un proceso productivo de tipo industrial, identificado y cimentado en el desarrollo de un capitalismo nacional con el Estado como actor fundamental en materia inversora, empresaria y planificadora. El lema: “un argentino - una industria” deberá llegar a todos los rincones de la geografía nacional.
Tamaña iniciativa entraña la democratizació n y universalizació n de la industria. Sería un plan en sintonía con la reciente decisión presidencial de otorgar la protección social por hijo menor a 18 años, y con los objetivos manifiestos: “pelear por el trabajo decente, por agregar valor a nuestros productos, a nuestras empresas y al comercio”, tal como destacó la presidenta.

Sociedad para el cambio
No habrá cambio neto de modelo en la Argentina mientras subjetiva y objetivamente no se inserte a la sociedad en dicho proceso.



La sociedad también debe ser considerada como una variable más a modernizar, industrializar y nacionalizar.


Al igual que los recursos naturales estratégicos, la economía, el comercio, el trabajo y el aparato productivo, la sociedad también debe ser considerada como una variable más a modernizar, industrializar y nacionalizar. Nuestro atraso se remonta a la España de la conquista y será difícil que el hombre urbano se vuelque e invierta en industria y producción. El nacimiento de una sociedad moderna e industrial, no identificada con el granero del mundo y aliada al movimiento obrero, marcará el ocaso definitivo de los sectores sociales ligados a una Argentina semicolonial. Esa es la llave de la cuestión nacional. El cambio se habrá hecho invencible.

*Federico Bernal es Director Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (CLICET). Colabora habitualmente en el diario BAE.

17 de febrero de 2010

LOS ALIADOS POSIBLES Y EL ENEMIGO PRINCIPAL -Por Norberto Galasso *-

Días atrás, se publicaron en este diario notas de opinión de Hugo Barcia y Alcira Argumedo referidas a declaraciones de Pino Solanas donde responsabilizaba por la mortalidad infantil no sólo al Gobierno, sino también a “cómplices, mentores intelectuales, etc.”, entre los cuales se hallaría el grupo Carta Abierta. Alcira no refutó las apreciaciones correctas de Barcia sobre la mortalidad infantil, sino que fundamentó el furibundo antikirchnerismo de Proyecto Sur en siete puntos, entre los cuales los puntos 2, 3, 4 y 6 corresponden a uno solo: la política del Gobierno respecto a los recursos naturales; el punto 1 se refiere al Tren Bala, proyecto que puede considerarse frustrado, el 4 al blanqueo de capitales y el 7 a la prórroga de las licencias a los medios de comunicación. Además, ratificó las críticas de Pino a Carta Abierta. Estas posiciones no son nuevas en Proyecto Sur: en La Nación, Pino ha señalado que “Kirchner es un traidor a la patria e hipotecó el futuro” (29/9/2007), en Perfil sostuvo que “Kirchner continúa a Menem” (20/5/2007) y últimamente calificó a este gobierno de “antinacional y antipopular”. Si esto lo pregonasen Altamira, Ripoll o Alderete, no escribiría estas líneas pues la izquierda abstracta, liberal o antinacional, como se la quiera llamar, se ha especializado, desde Yrigoyen hasta hoy, en ser funcional a la reacción, en nombre del socialismo y sólo la izquierda nacional ha sabido comprender a los movimientos nacionales cabalgando a su lado mientras intentaba mantener su independencia política, ideológica y organizativa, aunque también allí hubo claudicaciones como la de Ramos frente al menemismo. Pero como estas críticas (confundiendo al posible aliado con el enemigo principal) provienen de compañeros con los cuales hemos transitado caminos de lucha, como en el frustrado Proyecto Sur de 2002/03, alguien que pertenece a las bases de Carta Abierta, orienta la Corriente Política E. S. Discépolo y dirige el periódico Señales Populares, se ve obligado, con el dolor que provoca criticar a antiguos compañeros, a intervenir en la polémica.

A las críticas de Alcira, podemos oponer:

1) La avanzada política de derechos humanos del kirchnerismo.

2) La avanzada política latinoamericana que contribuyó a hundir el proyecto del ALCA, que desde el Unasur contribuyó a evitar el golpe de Estado en Bolivia y que ha logrado la simpatía y apoyo de Chávez y Fidel, quienes, según parece, saben algo de imperialismo y cuestión nacional.

3) La depuración de la Corte Suprema de Justicia con la incorporación de figuras de capacidad y conducta incontrovertible.

4) El recupero de los aportes previsionales al tomar las AFJP, dando un fuerte golpe al poder financiero.

5) La reconversión de una economía de especulación por un modelo productivo que permitió una importante disminución de la desocupación y la pobreza.

6) El intento de redistribuir el ingreso a través de la Resolución 125, afectando la renta agraria diferencial, en el mismo sentido que lo hizo Perón en el ‘46 a través de los tipos de cambio selectivos. (En este caso, no vale el argumento de Alcira acerca de la votación de Lozano, pues la AFIP (resolución 1898/2008) inició acción contra las grandes exportadoras por los 1700 millones de pesos evadidos (El Cronista, 22/1/2009). Y aun cuando no lo hubiera hecho, esto obligaba, por lo menos a la abstención y no a ser cobertura de izquierda de la nueva Unidad Democrática que están conformando Carrió, Morales, López Murphy y otros.)

7) El recupero del rol del Estado: en Correos, Aguas, transporte aéreo, astilleros, algunos ramales ferroviarios, proyecto de tomar la fábrica de aviones de Córdoba y el canal Encuentro.

El kirchnerismo es pues todo esto y es también buena parte de lo que dice Alcira, como ocurre normalmente con los movimientos nacionales en gestación, policlasistas, contradictorios, clientelistas, pragmáticos, conciliadores, con “amigos del poder” que hacen negocios. ¿Se lo tenemos que decir nosotros, desde la izquierda nacional, justamente a los peronistas? Diría Jauretche, ¿dónde se ha visto que los hijos enseñen a los padres cómo se hacen los hijos? ¿Qué hubiera hecho Pino cuando Perón se negó a expropiar a la corrupta y recorrupta CADE? ¿Hubiera dicho que era “un gobierno antinacional y antipopular”? Claro, desde la izquierda abstracta es fácil decir, ¿por qué Perón no desarrolló fuertemente la minería?, ¿por qué apenas dio el puntapié inicial con Somisa cuya primera colada es de la época de Frondizi? ¿Y el contrato petrolero con la California? ¿Habría dicho acaso: “¡Qué antinacional y antipopular es este Perón!”? Pino dice en otro artículo: “Perón no estaría hoy en el PJ”. Yo pregunto: ¿era mucho mejor el PJ del ‘54? ¿No había entonces “amigos del poder” que hacían negocios? ¿Quiénes eran Jorge Antonio y Silvio Tricerri? ¿O entonces resulta que Codovilla tenía razón siendo funcional al imperialismo para que sanease a la Argentina emporcada por los “negros peronistas” del ‘45?

Por otra parte, somos ya lechuzas demasiado cascoteadas para entrar en la moralina boba de la Carrió: la corrupción es intrínseca al capitalismo y cuando está la reacción en el poder disimula sus negocios con leyes a su conveniencia; cuando estamos los del pueblo algunos violan esas leyes y hacen sus negocitos. Pregúntenle a Chávez, que sabe de esto, como también de la clase media de Caracas escandalizada moralmente, aunque, igual que la nuestra, evade impuestos con toda naturalidad.

Por momentos me asombro, porque parece que hay que enseñarles peronismo a los peronistas. Ningún gobierno, decía Perón, cumple el 100 por ciento de los objetivos nacionales y populares, porque está el enemigo que también es fuerte. Cuando cumple el 50 por ciento o más ya el balance es favorable. Jauretche le decía a Jorge Del Río cuando se deslizaba a la oposición porque Perón no expropiaba la CADE: “Es importante, sí, pero usted no puede ver la historia por el agujerito de la cerradura de la CADE”.

El balance general es el que interesa. Escuchen esto mis viejos y queridos amigos: “Hay muchos actos, y no de los menos trascendentales por cierto, de la política interna y externa del general Perón que no serían aprobados por el tribunal de las ideas matrices que animaron a mi generación. Pero de allí no tenemos derecho a deducir que la intención fuese menos pura y generosa. En el dinamómetro de la política, esas transigencias miden los grados de coacción de todo orden con que actúan las fuerzas extranjeras en el amparo de sus intereses y de su conveniencia. No debemos olvidar en ningún momento –cualesquiera sean las diferencias de apreciación– que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se trata de optar entre el general Perón y el arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón, fortalece a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento del país” (1947). No hace falta que te diga a vos, Pino, que hiciste recientemente una película sobre “los hombres que están solos y esperan”, que el autor es Raúl Scalabrini Ortiz. Por eso, como decía Jacques Prevert, es muy peligroso dejar que los intelectuales jueguen con fósforos porque, retomando a Jauretche, combatir lo bueno (“desgastando”, creando “clima destituyente”) puede significar que en vez de lograr lo mejor, sirvamos para que vuelva lo malo.

En esta Argentina de hoy hay que luchar para profundizar este proceso, cabalgándole al lado, marcando críticas, proponiendo soluciones superadoras, empujando, pero no atacando desde enfrente, presionando para que fracase, porque la única opción que hay hoy la conocemos y viene de lejos: Bullrich Luro Pueyrredón, Pinedo, Estensoro, López Murphy, Grondona, Anchorena, los grandes pulpos mediáticos... y el Tío Sam.

Por esta razón, Proyecto Sur debería sumarse a Carta Abierta en vez de arrojarle críticas y trabajar desde allí, para incorporar a la lucha a los sectores populares, para movilizar, exigiendo al Gobierno que profundice lo realizado, porque –y vuelvo a decir, me da vergüenza explicarlo a compañeros de larga militancia– aquí hay una cuestión nacional argentina y latinoamericana por resolver. Y estamos frente a una oportunidad como nunca tuvimos antes. Lo saben Fidel, Chávez, Evo, Correa y muchos otros y lo intuyen los pueblos. Quienes socaven este proceso –con planteos que desconocen la correlación de fuerzas existente– asumen una grave responsabilidad si se frustra esta gran oportunidad para ir dando pasos hacia una América latina unida y soberana, marchando en el camino del socialismo del siglo XXI.

* Historiador y ensayista.

1 de febrero de 2010

Salud en un país socialista

En el contexto socialista, la Salud se caracteriza por su orientación hacia la protección del colectivo, por la comprensión del fenómeno de construcción, como bien social con el objetivo claramente definido de integrarse a la ley fundamental de ofrecer la satisfacción de las necesidades materiales y culturales de la población.
Se parte de principios generales, sencillos que son negados u olvidados en los estados capitalistas y en las dependientes que no lograron superar las ideas neo-conservadoras.
Los resultados obtenidos por Cuba, un país americano que se declaró socialista hace 50 años, se lograron porque el Estado se responsabilizó por la salud de todos y cada uno de sus ciudadanos, poniendo a su alcance servicios de salud gratuita, con un carácter integral, preventivo y curativo. Los servicios son planificados e integrados al Plan de Desarrollo Económico y Social del país y se nutren del desarrollo técnico y científico de sus casas de estudio.
La diferencia esencial parte de eliminar el carácter de mercancía que el capitalismo le asigna a las enfermedades y a su tratamiento, y de operar sobre la calidad de vida y la conciencia participativa de la población en la mejora de su calidad de vida.
Se opera bajo una definición que plantea "salud es una categoría biológica y social que existe en unidad dialéctica con enfermedad, resultante de la interrelación dinámica entre el individuo y su medio y que se expresa por un estado de bienestar físico, mental y social y esta condicionado por cada momento histórico del desarrollo social”.
Se puede demostrar que una mejor política de Salud basada en un Estado responsable y con la participación activa de la comunidad organizada, es el camino. Buscando demostrarlo analizamos indicadores de Salud de alta sensibilidad. Ellos no expresan en forma positiva la existencia de Salud, sino que lo hacen al expresar las consecuencias de su falta.
Posiblemente el más sensible de ellos sea la mortalidad de menores de un año, y para ello medimos cuantos nacidos vivos en un determinado periodo (un año) mueren.
Seleccionamos 7 países de habla hispana de los cuales 6 administran con distintos grados de adhesión al liberalismo económico sus jurisdicciones, algunos tratando de cambiar su filosofía política, otros titubeantes pero compelidos por sus pueblos y el séptimo decididamente en marcha con una visión socialista.
Adoptamos el criterio de usar información universalmente aceptada como confiable, proveniente de informes de la Oficina Panamericana de Salud.
Se usó información sobre el promedio de defunciones de menores de 1 año y de sus tasas en el periodo 2001 / 03 según se expresa en el siguiente cuadro:
Cuadro I.a.
Promedio anual de defunciones y tasas observadas en el periodo 2001/03 en Argentina, Chile, Costa Rica, Cuba, México, Uruguay y Venezuela
PAIS TASA MORTALIDAD PROMEDIO DEFUNCIONES MENORES 1 AÑO
Argentina 16,56 34.268
Chile 8,42 6.058
Costa Rica 14,09 3.094
Cuba 5,43 1.141
México 30,76 60.004
Uruguay 17,80 2.238
Venezuela 17,86 27.954





De la observación de estos datos nos intereso preguntarnos cuantos fallecimientos se podrían haber evitado aplicando las políticas de salud que se expresan en la tasa cubana y obtuvimos estos resultados:
Cuadro I.b.
Expectativa de fallecimientos de menores de 1 año aplicando tasa cubana y diferencias favorables emergentes de su aplicación a cada país.-

PAIS N° DEFUNCIONES DEFUNCIONES SEGÚN TASA CUBANA DIFERENCIA
Argentina 34.268 11.223 23.045
Chile 6.058 3.907 2.151
Costa Rica 3.094 1.192 1.902
México 60.004 10.592 49.412
Uruguay 2.238 683 1.555
Venezuela 27.954 8.499 19.455


Nos queda una sola pregunta: ¿qué le pasaría a Cuba si hubiese renunciado a su política de salud y hubiese adoptado una política similar al resto de los países observados y que podría expresarse en una tasa promedio de 17,58 por mil, en este caso sus 1.141 defunciones se convertirían en 3.718, lo que implicaría triplicar su número de defunciones y por lo tanto el dolor de sus madres?
Aquí también cabe mencionar la ayuda solidaria que este país envía ante la cruel realidad sufrida en Haití, un pueblo devastado por el fenómeno de la naturaleza, con una historia de pobreza y esclavitud desde la llegada de los conquistadores, al que Cuba aporta desde antes del desastre médicos y personal sanitario.