23 de diciembre de 2009

La cultura en crisis

Si bien es cierto que la educación formal y como institución está en crisis a causa de imposturas escolares y didácticas surgidas, tal vez, por una dogmática y a menudo parcial y hasta deformada interpretación de ciertas corrientes psicológicas y pedagógicas que se convirtieron en la Biblia de muchos tecnócratas de las Ciencias de la Educación y, por su puesto, por los estragos del capitalismo que tiende a empobrecer cada vez más a los sectores populares ( empobrecimiento económico y educativo) con la única finalidad de asentar el dominio y la explotación, el neoliberalismo de la mano de sus cómplices intelectuales lleva adelante otra empresa que tiende a lograr la hegemonía total de una ideología única y a afianzar la injusticia que conlleva el imperio del capitalismo: esa operación es el empobrecimiento cultural de la población hasta sumirla en una creciente barbarie, incapaz de crítica, posibilidad de rebelión y determinación. En suma, el neoliberalismo excluye a extensas franjas de población (en todos los continentes) de la cultura.

Canalización mediática, repetición de slogans de propaganda, construcción de sujetos a la medida del sistema, vaciados de libertad, de creatividad y cada vez más alejados de la historia y los bienes culturales que han engendrado las generaciones, ausencia de memoria y lectura, gusto estereotipado por las urgencias mercantiles, lenguaje empobrecido y violento, relaciones paranoicas, casi en carne viva, donde el otro se presenta casi como un enemigo y no como un semejante, tal es el paisaje donde se mueven los habitantes del planeta.

Qué lejos parecen quedar los intentos de la educación promovida por los intelectuales de izquierda en las décadas del 20 y el 30, cuando los escritores, pintores, librepensadores, se reunían en torno a la utopía del saber y el esclarecimiento. Recordemos al famoso grupo de Boedo, cuya colección Los Pensadores enriqueció las modestas bibliotecas de los trabajadores, maestros y jóvenes que adquiría los números que publicaba la Editorial Claridad por unos centavos. A través de precarias ediciones se difundieron entre los trabajadores y la clase media los clásicos desde Homero, Ovidio y Cicderón, hasta Esquilo y Eurípides y los modernos como Shakespeare, Cervantes, Goethe, Balzac, Zola y pensamiento de Marx, Lenin, Diderot, Martí, Bolívar y muchos otros. Ingenuidad, utopismo, dirán algunos.- Los cierto es que esas heroicas patriadas a favor del saber y la difusión del pensamiento y la crítica tienen que ver con algo que ha caído: los ideales y con ellos todo lo que constituye las identificaciones y los proyectos, en un mundo vacío, sin brújulas ni porvenir, regido por el Amo Absoluto del mercado que convierte en mercancía todo lo que toca.



En este punto, nos preguntamos sobre el papel del intelectual en nuestros días que, por supuesto ya no será el del utopismo de los años 20 o el compromiso sartreano de los 60 o la militancia de los 70, sino una labor compleja y consustanciada con la época, con la ciencia, las comunicaciones, con los medios, en suma, la labor de una función de conciencia en la maquinaria de la época.

De todos modos, inscribimos nuestra admiración a la difusión masiva, pragmática y a la vez idealista del grupo de Boedo. Y por eso y pensando en el futuro y en el Bicentenario que nos aguarda levantamos las copas para brindar por un 2010 pleno de utopías y actos en pos de la unidad nacional y continental.

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